Los sueños pueden volverse realidad
A Carlos Racine:
La mañana
invitaba;el viento era calmo y el sol ya anunciaba que iba a ser un día
caluroso,tipico día de verano.
Elijo un
sendero y comienzo a caminar .El aire fresco me envuelve ,esta cargado de aromas
de pinos y eucaliptos .Los sonidos son variados ,canto de pájaros mezclados con
el ruido de los movimientos de las hojas de los árboles.
Todo es
naturaleza ,es una sensación difícil de relatar ,siento la libertad de estar allí
y dejarme llevar. Camino sin un rumbo
definido ,el tiempo es infinito.
Buscando
otra perspectiva, me detengo y me tiro boca arriba sobre el piso de pinocha.
Cruzo mis
manos por detrás de la cabeza y busco el sol entre las ramas de los árboles que
están imponentemente altos.Ellos, en actitud de proteger sus sombras, abren sus
brazos armando una compleja barrera.El rey sol llega al piso ,pero por ahora el
que manda en el parque es el árbol, por un rato mas,habra´ sombra.
Cierro los
ojos y busco en los tiempos pasados,quiero comparar las sensaciones.
Me cuesta
encontrar las diferencias ,hace mucho tiempo como niño ,hoy como adulto.
Hoy en otra
etapa de mi vida ,contemplando tamaña armonía, me pregunto quien fue el que
ideo´ esta inmensa obra y como fueron las circunstancias.
Claro, hablo
de nuestro Parque Franklin Delano Roosevelt,que tomo´ este nombre después de la
segunda guerra mundial.
Anteriormente
se le conocía como Parque Nacional de Carrasco y Parque Nacional
Centenario. Es el primer parque estatal que se creo´ en Uruguay.
El área fue donación de Alfredo García Lagos en el año 1916,una
franja de arenales y grandes bañados,total unas 360 hectáreas . Dicha donación
, estaba´ condicionada a la desecación del bañado (para evitar poblaciones de
mosquitos,por riesgos de salud para la población)
y la forestación del campo para crear un parque de uso público.
Es entonces que se contrata a Carlos Racine,paisajista de nacionalidad francesa y creador de espacios
como el Jardín Botánico; el Hipódromo de Maroñas ;los canteros de Bulevar Artigas
,el parque del Museo Fernando García, así como el rosedal de Prado y muchos
otros trabajos,en Montevideo e interior.
Era el año 1916,Racine estaba sin trabajo y a punto de
retirarse,pero el anciano acepto´ el desafío y junto a 20 peones y un capataz,
comenzó la lucha contra la naturaleza.
Describen las crónicas de aquellos tiempos ,que los arenales
cambiaban día a día con el viento,lo que hacia impredecibles las tareas
,teniendo que rehacer muchas veces lo ya realizado.Se deseco´ áreas pantanosas
y se trazaron caminos.
Pero Don Carlos,era
trabajador incansable trabajaba a la par de todo el personal;cuentan los
relatos que con el agua hasta la cintura transmitía entusiasmo y conocimiento.
Finalmente,la tarde en que se planto´ el primer eucaliptus,Racine
,lo celebro´ con los trabajadores ,tomando un vino frances.Luego siguieron
miles de árboles ,sauces, acacias,robles y pinos que acompañaron a aquel primer arbol.Tampoco faltó,
los ceibos y las palmeras,dando un toque de aromas y colores.
Esta fue´ su última gran obra,en donde puso mucho corazón
transformando un sueño,en una realidad que hoy a casi 100 años seguimos
disfrutando.
Finalmente el gran viejo, él “francés de los árboles”,como
le llamaba la gente ,se retiro´ en foma definitiva.
Corrían los años veinte, cuándo se le veía caminar con paso
cansino,por las calles arboladas de la
Unión , dónde en las tardes concurría al entonces café La Liguria ,sobre la avenida 8
de Octubre.
Volvió mas de una vez a recorrer los senderos del parque
,como repasando una obra de arte,surgida de su imaginación y su disposición al
trabajo.
Parece que lo veo a Don Carlos Racine ,de sombrero rancho de
paja y pantalones anchos,esta ahí,presente en cada lugar del parque ,y aunque
no lo creas el es el responsable de
detener el tiempo,de hacer todo infinito.
Todo esto nos pertenece,nos pertenece el parque pero también
su historia ,su gente.
Necesitamos todo,como forma de reconstruir nuestra
identidad,esa trama compleja que el paso del tiempo va borrando y que esta ahí,
en nuestro barrio, al alcance de la mano.
Finalmente abro los ojos, sin darme cuenta,no se cuanto
tiempo a pasado, él sol se impone sobre los altos eucaliptus,me incorporo y
comienzo a reandar el sendero; ayer como hoy volví a encontrar las sensaciones
de paz y libertad.
Tomo la calle Racine y comienzo el regreso a casa,en mi
mochila llevo los aromas y los sonidos ,mañana, volveré por mas…
Carlos Romero.
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