viernes, 31 de mayo de 2013

Abuela Carmen


                                                       Abuela Carmen


Carmen nació en Montevideo, en agosto de 1913, en el barrio de los Pocitos, mas precisamente en las calles Luis Lamas y Lorenzo Pérez.

Claro está, en una ciudad de Montevideo totalmente distinta ,donde Pocitos no era un barrio sino un pequeño pueblo, separado de la ciudad, llamado “Nuestra Señora de los Pocitos “. Sus fundadores habían sido lavanderos italianos. Eran veinte o treinta manzanas y como cuentan las crónicas de la época “aldea de buenas personas ,de costumbres simples ,con tranvía de caballos y faroles de queroseno”.

El de los pocitos, era el famoso arroyo de las lavanderas ,que llegaban a el con sus atados de ropa sobre la cabeza; allí se habían excavado cachimbas o pequeños pozos (pocitos),que eran utilizados para el lavado de ropa.Este arroyo nacía en un pequeño bañado ubicado en el actual parque Batlle pasando por  la que es hoy, la  calle Francisco Muñoz ,desembocando en la rambla.

Carmen vivía en una casa,junto a su madre, hermanos y tíos “tanos”y siguiendo la tradición del lugar, también  eran lavanderas . Su madre, Doña Paula  estaba a cargo de dicha tarea ,que la realizaban en la misma  casa donde vivían. Allí lavaban en   unos piletones de hormigón y  luego en carro, se realizaba el reparto de la ropa ya lavada.            

 Políticamente ,fue el periodo de José Batlle y Ordóñez (1903-1907) y (1911-1915),marcando claramente la idiosincrasia del País. Con fuerte intervención estatal, se  promovió la protección y beneficios para los sectores sociales mas débiles y de los trabajadores. Aquellos años estaban dados por los  enfrentamientos con los blancos, donde muchas veces,  tenían ribetes  dramáticos.

Fue en ese contexto que su abuelo ,padre de su madre, yendo un día de 1914 al reparto de la ropa en su carro, fue interceptado por un grupo de militantes blancos y degollado por manifestarse colorado.


Carmen solo fue dos años a la escuela, quizás ,deslumbrada por ese mundo de espuma cepillo y jabón. Sin embargo se había esforzado por saber leer y escribir. Así mismo Doña Paula murió muy joven, a los 42 años, dejando una herida  en el corazón de Carmen que jamás se curó.

La  vida de Carmen, transcurrió con el oficio de lavar ropa y lo hizo hasta cerca de los noventa años.Lavó siempre en piletas de hormigón y tablas de lavar, poniendo luego en latones con almidón sabanas y túnicas.Ver estas, extendidas en el pasto, secándose al sol simulaban un regalo de nieve a pleno sol.

Luego la plancha ,calentada en un viejo primus, daba forma a un estilo  raro de hacer arte, donde las  líneas marcadas y el color blanco profundo, delineaban lo perfecto. Finalmente, casi como un rito, ella   cerraba prolijamente el atado de ropa que cargaría sobre su cabeza .

Y fue así durante años y años, casi un siglo.  Se la  podía ver  caminando con su atado de ropa en la cabeza. De estatura baja, de piernas y brazos fuertes, tenia un andar elegante  y orgulloso.

Era pelirroja, pero de muy joven su cabello rojizo, dio paso al pelo blanco, que nunca se podía ver ya que siempre un pañuelo envolvía su cabeza ,a estilo de una foto de 1930.-Sus ojos claros  y su pañuelo, asemejaban el mundo donde nació de italianos y españoles…muy lejos en el tiempo, pero muy presente en todos los días de su vida.


La casa de Carmen guardaba celosamente,  imágenes y símbolos que  describían así,  una forma de vivir ,en base a la fe. Un cuadro de Jesús dominaba el ambiente principal de la casa  y la foto de Doña Paula, su madre, sobre la cabecera de la cama.

En un estante, un pequeño elefante de cerámica y en su trompa un billete arrollado, a decir por ella, para que nunca faltara dinero en la casa. Dos Santos, San Pedro y San Pancracio y una vela encendida siempre delante de ellos. También, la foto de Don Pepe Batlle.

Las plantas en el patio, no faltaban así como su pájaro preferido, el cardenal de copete rojo.

Muchas veces se la escuchaba hablar con cada una de las imágenes y fotos, pausadamente, como buscando respuestas.

La radio encendida sobre la mesa ,era su gran compañía. Los fines de semana verla escuchar los partidos de fútbol  y pidiendo a San Pedro por su querido Peñarol.

Las anécdotas, rodeaban su vida . Un día, llevando su atado de ropa para entregar, fue a tomar el ómnibus. Al tratar de subir, el guarda le grita- “vamos abuela suba”-,abuela Carmen, entre su atado de ropa  y sus piernas cansadas no lograba  impulsarse ,a lo que el guarda vuelve a gritarle -“pero déle abuela suba “- a lo que Carmen ya enojada lo mira y responde- “pero no ve que soy vieja y no puedo”-,entonces el guarda le responde- “es que la van a robar…”- ¿Quién ? -responde Carmen enojada;  el guarda  señalando con su mano dice- “ese que está atrás suyo”…- fue entonces que abuela Carmen giró inmediatamente con su puño cerrado dándole exactamente un golpe  en el mentón al “punga”.Este, cayó al piso de la vereda , sin saber que le había pasado, quedando en estado semi inconciente. El ómnibus que estaba detenido, quedó en silencio, la gente, el chofer y el guarda no salían de su asombro.Abuela Carmen, terminó entonces de subir y el ómnibus en pleno, la empezó a aplaudir. Ese día no pagó boleto.


Hasta los noventa años, era gratificante sentarse a tomar su té y comer su pan casero. Las charlas se volvían interminables.

A  pesar que vivió hasta los noventa y seis, los últimos años la demencia senil ,la separó de la vida real, hundiéndola en un mundo de  incoherencias ,donde situaciones pasadas, nombres y caras solo coincidían en su cabeza.


Cuando definitivamente encontró alivio y partió, su cuerpo se veía reducido a prácticamente piel.Toda su energía había sido consumida en las ultimas horas de su vida…Con ella, se fue definitivamente una forma de vivir ,típica de un país que ya hace muchos años, ha muerto.


Quedaron muchas cosas de la Abuela Carmen; sus plantas; sus fotos; sus frases en italiano y fundamentalmente su espíritu gigante, ese que la acompaño hasta el final , haciéndole trampas al tiempo, convirtiéndola así,  en  eterna.         


                          

                                                                                         Carlos Romero.

                                                                               

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