El ultimo día de clases…el poema que no se pudo leer.
El patio de la escuela esta vestido de fiesta. Es que
es el día final de clases.
Todo
está en su lugar, los niños más pequeños
adelante, con ojos bien abiertos son los espectadores de lujo; en el frente del acto, los abanderados, formados
prolijamente, sosteniendo con orgullo las banderas. A la derecha, los que
definitivamente tendrán su ultimo día en la escuela, ellos son los niños de sexto…
Por último los padres, familiares y maestros, ocupando
un lugar de privilegio en el patio, con caras de orgullo y de emoción.
Todo es simbólico y nada falta…bailes, canciones, discursos,
poesías…todo mezclado con la nostalgia de saber que mañana ya no habrá lunes en
la escuela y que una nueva historia se comenzará a escribir. Cada uno
deberá guardar para siempre nombres, caras
y momentos.
Recordar que fue en la escuela donde cada uno
construyó los cimientos de una forma de vivir.
Mirar
hacia el futuro, buscando que hacer y quien ser, es el tiempo de construir el
mundo de cada uno y fundamentalmente soñar,
buscando siempre hacer realidad esos sueños…
No existiría
todo esto, si todos estos años no hubiese estado papá o mamá a la salida de la
escuela, esperando con una sonrisa, para dar el beso, el abrazo, e ir caminado,
tomados de la mano, todo como un camino mágico e imaginario, pacientemente construido entre la escuela y casa.
Finalmente quedará allí como en un ritual la túnica
doblada cuidadosamente sobre la silla como esperando el paso del tiempo…
Es para ellos, para mamá, papá o los abuelos, el poema
que por haber llorado, esa mañana no se pudo leer…
No sé cuánto tiempo paso,
si fue ayer, hace un año o mucho tiempo,
solo guardo el recuerdo de estar a tu lado,
agarrado muy fuerte de la mano.
El portón abierto de la escuela
y la maestra esperando,
todo como un puente imaginario.
La escuela fue mi mundo
mi casa; mis sueños; mis miedos;
mis amigos; mis maestros,
mis lápices y mis cuadernos.
Aquí baile, llore y reí
y mil veces aprendí
pero siempre, a la hora de la salida
esperándome estabas tú ahí.
Caminar hasta casa a tu lado,
simplemente hablando,
hacer los deberes contigo,
tu paciencia y tus ganas,
escribir muchas veces
sin sentir que te cansaras…
Hoy cruzo el portón nuevamente
y tengo mi mochila a pleno
llevo todos mis cuadernos
y en mi cartuchera, los recuerdos.
Como el primer día
quiero de nuevo
tomar muy fuerte tu mano,
caminar hacia casa muy despacio como deteniendo el
tiempo
quiero regalarte a ti mis cuadernos
para que todo se vuelva infinitamente eterno…
Carlos
Romero